Garbancito... gracias.
Cómo ya sabéis estamos en una época en la que la maternidad se deja para el último momento. Siempre hay algo más importante que no puede esperar, los estudios, la carrera, el máster, un buen trabajo que nos de estabilidad económica, el departamento ideal, y relativamente está bien pensado si tenemos ya la pareja adecuada con la que convertir el depa en un hogar.
Cómo ya sabéis estamos en una época en la que la maternidad se deja para el último momento. Siempre hay algo más importante que no puede esperar, los estudios, la carrera, el máster, un buen trabajo que nos de estabilidad económica, el departamento ideal, y relativamente está bien pensado si tenemos ya la pareja adecuada con la que convertir el depa en un hogar.
Lo malo de la situación es que nos hacemos demasiado mayores
para la búsqueda de nuestro Garbancito.
Pensadlo fríamente, si quedáramos embarazadas sobre los 25
años, somos mamás jóvenes, tenemos mucha energía para pasar noches en vela,
correr persiguiendo a nuestro Garbancito. También podemos esperar un poco más
para tener el segundo, ¿no os parece?.
Yo fuí mami con 33 años, muchas pensareis que no es una edad
tan avanzada, pero... ¿qué pasa cuando el bebé no duerme, solo toma teta (cada
20 min.), sólo duerme en tus brazos, no lo puedes llevar en el cochecito porque
llora, no puedes descansar porque llora, no puedes ni comer porque si lo coge
alguien, que no seas tu, llora?
En esos momentos te sientes estafada, con las hormonas a mil
piensas... ¿qué he hecho? ¿cómo un ser tan pequeño puede cambiarte tanto la
vida?.
Gracias a Dios mi garbancito llegó en el momento adecuado,
posiblemente si hubiera sido más joven no hubiera sabido cómo actuar. La
madurez de mis 33 años me hicieron recapacitar. Este es el bebé que tanto has
deseado, este es el bebé con el que soñabas todas las noches, este es el bebé
que te va a hacer sonreír cuando tengas un mal momento, este es el bebé que va
a alegrar tus días y tus noches para toda la vida. Y así es.
Al dormir en mis brazos, lo veía sonreír en sueños.
Al dormir en mi cama, vi cómo levantando sus piernecitas
conseguía ponerse de lado.
Al llevarlo en brazos, me sentía la mujer más feliz del
mundo.
Mi Garbancito hizo que viviese la maternidad de una forma
diferente a como la había imaginado. Me hizo sentir una mamá especial,
importante y aún hoy, que ya tiene 3 años y medio, me sigue pidiendo que lo pasee
cuando no puede dormir o me coge el brazo para que le abrace, cuando recién se
está despertando.
Mi Diego es el mejor regalo que nadie me haya podido
otorgar.
PD.:
Este post se iba a titular “Garbancito... ¿dónde estás?, pero cuando las
palabras y las emociones fluyen se anteponen a la razón. Parece mentira, pero a
veces no somos dueños de nuestros dedos sobre el teclado.
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